En la penumbra de aquella casa de pueblo sin luz eléctrica, María pasaba las horas, esperando a que llegara su esposo de la mina.
Era un día de invierno bastante duro, estubo lloviendo todo el día, ya se sabe que por el norte el clima suele ser así, pero María no aguantaba mas esa situación.
Vivía con el corazón en un puño cada día esperando el regreso de José.
Hacia dos años había sufrido un derrumbe el túnel donde se encontraba, y quedaron atrapados 6 mineros, entre ellos su esposo, tuvo suerte y solo tuvo que pasar dos días en el hospital, en la capital por deshidratación, y debilidad debido a no tomar nada de líquido en esos días.
Fueron cuatro días interminables, para el pueblo...y sobre todo para María, que no sabía si él seguía con vida.
Por suerte no tuvieron que lamentar víctimas, no en esa ocasión, pero sí otras veces había habido muchas bajas de hombres trabajadores, que dejaron su vida bajo tierra por un puñado de calderilla, que de poco les sirvió para sacar a sus familias de su humilde vida.
María quería salir de allí como fuera, era muy joven, con tan solo 23 años quería cambiar de vida, quería formar una familia, pero aquel hogar ni el sitio donde vivían, era el apropiado para criar un bebé.
Vivía siempre con miedo, pensando cada día si su esposo regresaría sano y salvo a casa.
Como casi todas las noches, José llegó tarde, muy cansado, y lleno de carbonilla, como de costumbre.
Lo primero que hacía en cuanto entraba por la puerta era ir a un cuarto donde se quitaba la ropa, para asearse, en un barreño de latón que tenían en el cuarto, y que llenaban con agua caliente que ella se encargaba de preparar en el fuego de la chimenea, en un puchero, para cuando él llegara.
Una vez aseado, con su camisa limpia, las mangas arremangadas por encima de los codos, su pantalón perfectamente planchado y su pelo bien peinado hacia atrás, hacia que se apreciara el atractivo que ese hombre poseía, pero a pesar de sus 28 años, parecía un hombre mas maduro.
Sus rasgos duros, su piel curtida, sus manos castigadas por el pico...hacían de José un hombre duro, aunque en el fondo era tierno y cariñoso, y amaba mucho a su esposa, y por eso estaba cansado de esa vida, quería darle una vida mejor, mas fácil.
Se habían planteado alguna vez mudarse a la ciudad, pero era algo que veían muy lejano.
Ella soñaba con poder tener una casa con luz eléctrica, nunca había disfrutado de ella, y según había oído decir, era el mejor invento nunca visto.
También soñaba con entrar a una tienda en las que vendían todo tipo de telas, para hacerse la ropa que deseara, siempre fue buena costurera, pero lo mas que cosía desde que se casó, era los parches y zurcidos que José tenía que llevar en su ropa de trabajo, y remendando la ropa para aprovecharla al máximo.
Pero hasta que llegara el día que pudieran decir adiós a esa vida, deberían esperar mas tiempo, pues no disponían de medios suficientes, y María poco podía hacer, solamente ir a limpiar, y a planchar como cada día a casa del médico del pueblo, por cuatro perras gordas.
Juan, el médico...un hombre maduro de unos 45 años, soltero, o al menos vivía solo. Apenas nadie sabía nada de su vida personal, llevaba en el pueblo poco mas de un año...y nunca se le veía hablando con nadie.
Continuará...
Era un día de invierno bastante duro, estubo lloviendo todo el día, ya se sabe que por el norte el clima suele ser así, pero María no aguantaba mas esa situación.
Vivía con el corazón en un puño cada día esperando el regreso de José.
Hacia dos años había sufrido un derrumbe el túnel donde se encontraba, y quedaron atrapados 6 mineros, entre ellos su esposo, tuvo suerte y solo tuvo que pasar dos días en el hospital, en la capital por deshidratación, y debilidad debido a no tomar nada de líquido en esos días.
Fueron cuatro días interminables, para el pueblo...y sobre todo para María, que no sabía si él seguía con vida.
Por suerte no tuvieron que lamentar víctimas, no en esa ocasión, pero sí otras veces había habido muchas bajas de hombres trabajadores, que dejaron su vida bajo tierra por un puñado de calderilla, que de poco les sirvió para sacar a sus familias de su humilde vida.
María quería salir de allí como fuera, era muy joven, con tan solo 23 años quería cambiar de vida, quería formar una familia, pero aquel hogar ni el sitio donde vivían, era el apropiado para criar un bebé.
Vivía siempre con miedo, pensando cada día si su esposo regresaría sano y salvo a casa.
Como casi todas las noches, José llegó tarde, muy cansado, y lleno de carbonilla, como de costumbre.
Lo primero que hacía en cuanto entraba por la puerta era ir a un cuarto donde se quitaba la ropa, para asearse, en un barreño de latón que tenían en el cuarto, y que llenaban con agua caliente que ella se encargaba de preparar en el fuego de la chimenea, en un puchero, para cuando él llegara.
Una vez aseado, con su camisa limpia, las mangas arremangadas por encima de los codos, su pantalón perfectamente planchado y su pelo bien peinado hacia atrás, hacia que se apreciara el atractivo que ese hombre poseía, pero a pesar de sus 28 años, parecía un hombre mas maduro.
Sus rasgos duros, su piel curtida, sus manos castigadas por el pico...hacían de José un hombre duro, aunque en el fondo era tierno y cariñoso, y amaba mucho a su esposa, y por eso estaba cansado de esa vida, quería darle una vida mejor, mas fácil.
Se habían planteado alguna vez mudarse a la ciudad, pero era algo que veían muy lejano.
Ella soñaba con poder tener una casa con luz eléctrica, nunca había disfrutado de ella, y según había oído decir, era el mejor invento nunca visto.
También soñaba con entrar a una tienda en las que vendían todo tipo de telas, para hacerse la ropa que deseara, siempre fue buena costurera, pero lo mas que cosía desde que se casó, era los parches y zurcidos que José tenía que llevar en su ropa de trabajo, y remendando la ropa para aprovecharla al máximo.
Pero hasta que llegara el día que pudieran decir adiós a esa vida, deberían esperar mas tiempo, pues no disponían de medios suficientes, y María poco podía hacer, solamente ir a limpiar, y a planchar como cada día a casa del médico del pueblo, por cuatro perras gordas.
Juan, el médico...un hombre maduro de unos 45 años, soltero, o al menos vivía solo. Apenas nadie sabía nada de su vida personal, llevaba en el pueblo poco mas de un año...y nunca se le veía hablando con nadie.
Continuará...
31 comentarios:
Qué historia... tristeza, amor, humildad, valentía...
Espero la continuación.
Gracias.
Abrazo de luz, Mirta
Me ha encantado tu historia, siempre he admirado las manos trabajadoras, hombres poniendo en peligro sus vidas por tan poco, las tristezas ahogadas entre el humo de una chimenea. Precioso. Esperaré con ansias el próximo, creo que ese médico se las trae...esperaré. Un fuerte abrazo.
Hola cielo me gusta tu historia asi que la seguire
un beso corazon
Comienza la semana y hay que ponerle toda la energía, que puedo decir de tu sitio que no te he dicho ya, sabes que me encanta pasar de visita por aquí, vengo siempre porque me reconforta. Hoy llego desde Cuentos y Orquídeas y tengo un nuevo cuento a ver si gusta, hecha esta la invitación entonces, te mando un fuerte abrazo. Mucha luz y hasta pronto...
Muy bello amanecer en este dulce espacio, ante todo gracias por la joya que nos acercas.
Gracias por compartir.
Cálido abrazo.
Soy del Norte y vivo la situación y vida de los mineros muy de cerca.
Lo que relatas a grandes rasgos es similar al tema de Víctor Manuel "En la planta 14". Siempre se ha dicho que los mineros se prejubilaban con muy buena paga, que siempre vivieron bien...
La realidad es cuestión de lógica. Nadie quiere bajar a la mina por muy bien pagado que esté. Las cuestiones económicas ya no son cuestiones de salud, de la que siempre ván cortos. Los escapes de grisú y la silicosis hacen mella rápidamente en sus pulmones expuestos de continuo a los gases y ese estar bajo tierra.
Un buen relato..conmovedor.
Te sigo, un besín desde una de las provincias mineras por naturaleza.
que hostoria mas bonita ,
deseando que continue y saber como termina,
soy muy imaciente, je, je..
un besazo de Cora
Dura la vida de María, pero más dura la de José abajo en la mina, sin saber si saldrá o no de allí, si su María le estará esperando o no cuando regrese... y como dice tu final, continuará...
Un abrazo.
Historia perfecta, emotiva y real; es toda una radiografía de una sociedad, de una forma de vida tremenda y llena de penurias.
Consigues atraparnos con el texto y dejarnos ávidos de seguir leyendo...
No tardes, estamos impacientes.
Besos
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Estos son ﮨﯝﮨჱﮨﯝﮨ ﮨﯝﮨ
miles de besitos
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desde mi corazón ﮨﯝﮨჱﮨﯝﮨ ﮨﯝﮨ
Tómalos, amig@... ﮨﯝﮨჱﮨﯝﮨ ﮨﯝﮨ
son para vos!!!
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buenas tardess amiga muchas gracias por tu visita y comentario, que tengas una linda semanaa.
Una historia verdaderamente conmovedora.
Espero la segunda parte con impaciencia.
Tienes un blog muy elegante.
Saludos.
Me ha gustado mucho, esa manera de entretejer ese discurrir de los días en que cada uno vive su historia... esperaré. Besos
Luz del alma: Hola luz, gracias por venir a visitarme y pararte a comentar.
Besos.
Delfín en libertad: Ya le has visto el plumero al médico?...que pronto, jeje.
Espero que la segunda parte tambien te guste.
Besitos.
Luna: Hola guapa, gracias por seguirme, y me alegro que te guste.
Besos.
Lely: Hola bienvenido, buena semanita tengas tu tambien.
Abrazos.
Paco: Hola que tal?...gracias por tus palabras, y por tu visita.
Un besazo.
Princesa_: Bienvenida a mi amanecer.
En mi familia tambien ha habido muchos mineros, mi padre entre ellos, y por ese motivo tambien se de lo que hablas. Él gracias a que tuvo un accidente y se vinieron a Madrid, pudieron rehacer sus vidas.
Pero la silicosis está a la orden del día para los que han estado tiempo en las galerías.
Gracias por tu comentario, y espero que vuelvas.
Besos.
Cora: Hola cielo, gracias por venir me alegra verte por aqui y que te guste la historia.
Besos.
Emilio: Hola amigo, te recomiendo que no te pierdas la próxima entrega pues hay sorpresas.
Un abrazo, y me alegro de tu vuelta.
Balthazar: Gracias, por tus palabras, espero que vaya bien tu andadura por aqui por estos barrios, jeje.
Besos.
Sandra: Gracias por tus palabras cielo, espero volver a verte por aqui.
Besitos.
Vega: Gracias Vega, quise entrar a conocerte pero vi que no tenias blog.
De todas formas muy agradecida por tu visita, y espero que sigas leyendo como sigue la historia.
Besos.
Beker: Gracias porque viniendo de ti, alguien que sabe muy bien como atrapara con sus escritos, me halaga mucho que te guste.
Abrazos.
Dura la via del minero. Me has enganchado con la historia, Amanecer,preciosa.
No quiero perderme la siguiente. Creo que el médico va a decir mucho en ella.
Te enlazo.
Un beso.
PD: Gracias por tus palabras en - cartas.
Lucía: Gracias por venir a visitarme, y celebro que te guste la historia.
Pronto estará la segunda parte, y veremos que papel tiene ahí el médico, que parece que como decía tambien delfin en libertad, se las trae. :)
Un abrazo.
Siempre he creido que los héroes son aquellos del día a día.
A mi , por lo menos, son los que me hacen volar, soñar y volcar todo eso que tiene el corazón.
Hermosa historia, muy bien escrita y esperando a su segunda parte.
Saludos.
Cielo!!!!!!!, que bien escribes y como haces que nos adentremos en tu historia, que tengamos todas las sensaciones que en ella describes y recordemos muchas de las que hemos vivido.
Te espero tras la pantalla con la caja de cigarros hasta la proxima entrada.
Fantastica!!!!!!!!!
Besazos con mucho AMOR AMIGA
Hadaluna, me alegra verte por aqui, yo tambien estoy con poco tiempo, a ver si voy pasandome y te leo.
Besos.
David: Bienvenido a mi nuevo amanecer. Siempre serás bien recibido. Realmente son los verdaderos héroes, los que cada día tienen que luchar duramente para sobrevivir.
Besos.
Amor: Me encanta que te guste, :)
la segunda parte prontito estará, y espero que tambien te guste, creo que así será.
Un abrazo con mucho cariño amiga mia.
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